sábado, 30 de noviembre de 2013

Triunfo de la izquierda en Seattle

Triunfo de la izquierda en Seattle





Las elecciones en varios estados (provincias) que se realizaron en EE.UU. a principios de noviembre expresaron lo que varios medios describieron como un “giro a izquierda” en el eje de la política norteamericana.
La crisis del bipartidismo, expresada en las fracturas al interior del partido Republicano y el debilitamiento de su ala derecha, el Tea Party (ver LVO N°541), se suma al desgaste del gobierno de Obama y la desilusión con las promesas que el partido Demócrata “no cumplió”. Mientras la desocupación se mantiene por encima del 7%, el gobierno rescata a los grandes capitalistas y banqueros, que incluso aumentaron sus ganancias. Tras seis años de crisis económica (con un crecimiento débil en el último período), lo que se palpa en la realidad norteamericana es la creciente desigualdad económica, la creación de empleos basura, los salarios miserables y el crecimiento de un precariado que trabaja en el sector de servicios, junto con un ataque gradual a los sectores más concentrados de la clase obrera que aún mantienen algunas conquistas. Esta situación dio lugar al surgimiento de fenómenos sociales como el de Occupy Wall Street (OWS, Ocupa Wall Street) y una juventud que viene haciendo una experiencia política, el de los trabajadores de Wal Mart por el derecho a organizarse o el de los trabajadores de los fastfood por un sueldo mínimo de 15 dólares la hora.
Esta combinación de factores se expresó electoralmente en los principales partidos, Republicano y Demócrata, con el triunfo del ala centro en el primero y de los “progresistas” en el segundo. Como parte de este “giro a izquierda”, una gran sorpresa la dio la militante socialista Kshama Sawant, que ganó una banca en el concejo deliberante de la ciudad de Seattle. Levantando un programa con eje en la demanda de un salario mínimo, expresó a amplios sectores de trabajadores precarios, además de lograr la simpatía de los jóvenes de OWS y un sector que está desilusionado con los demócratas. Sawant obtuvo casi 94.000 votos (50.67%) y le ganó a su rival del partido Demócrata que llevaba 16 años en ese cargo.


Una concejal socialista en Seattle

Kshama Sawant, militante de Socialist Alternative (Alternativa Socialista), un grupo de izquierda norteamericano de tradición trotskista, se convirtió en la primera concejal socialista en casi 100 años por la ciudad de Seattle. Y aunque sea un cargo local, esto adquiere mayor importancia en el marco de un sistema fuertemente bipartidista. A esta victoria en Seattle se sumó también la muy buena elección del candidato de Socialist Alternative en Minneapolis (la ciudad más importante del estado de Minesotta) que obtuvo el 36% de los votos.
Sawant, de 41 años y de origen indio, se presentó con una boleta socialista, y levantó como ejes de su campaña la demanda de salario mínimo de 15 dólares, el control de precios de los alquileres y mayores impuestos a los millonarios para aumentar la inversión en transporte público y educación. Este programa, aunque limitado, logró la adhesión de un sector históricamente votante del partido Demócrata, desilusionado tanto con la política de Obama a nivel nacional como con los demócratas en Seattle (donde gobiernan históricamente).
El triunfo de Sawant dio por tierra con dos mitos: el primero, que la gente en Estados Unidos le tema al “socialismo” (que se agita como un fantasma en una sociedad profundamente macartista), y el segundo, que no se le puede ganar al partido Demócrata.


La democracia restrictiva del bipartidismo

Lo significativo del triunfo de Sawant es que en Estados Unidos es muy raro que se presenten candidatos que no sean republicanos o demócratas, y si hay candidatos por fuera de esos partidos, en general son “independientes”, pero rara vez llegan a postularse candidatos o candidatas de izquierda y menos que se reivindiquen abiertamente socialistas. El norteamericano es un sistema electoral basado en un bipartidismo ultrarestrictivo, donde se necesitan millones de dólares para montar una campaña y se imponen las maquinarias de los demócratas y republicanos que no son más que dos alas del mismo partido de la burguesía imperialista.
Existe un sentido común entre varios sectores de la izquierda que, con escepticismo, no ven más allás de las fronteras del bipartidismo. Muchos grupos de izquierda, incluso algunos que se dicen trotskistas o radicales, terminan apoyando a los candidatos demócratas como “mal menor” ante el terror de la derecha. A lo sumo han llegado apoyar candidatos del partido Verde o algún candidato independiente como Ralph Nader (que se presentó por última vez en las elecciones presidenciales de 2000, con un programa muy limitado de reformas).
La candidatura de Sawant expresó políticamente muchas de las demandas del movimiento OWS, de las/os trabajadores de los fastfood, los inmigrantes y los trabajadores, es decir, los que dan cuerpo a este “giro a izquierda” del que hablan los medios en EEUU. Unos días después de conocerse su triunfo, comenzó la huelga en la fábrica Boeing y la nueva concejal fue una de las invitadas a dirigirse a los trabajadores en lucha. Allí repudió el plan de la patronal para eliminar las pensiones de los trabajadores, mientras recibe subsidios millonarios del gobierno. Aunque lo hizo con un con un programa confuso de “apropiación democrática” de la fábrica, Sawant llamó a los trabajadores a no abandonar la planta y a dejar de construir “máquinas de guerra” (por los aviones militares) y producir transportes públicos, entre otras cosas.
A pesar de lo limitado del programa de la campaña de Sawant, que toma sólo algunas reivindicaciones elementales, su triunfo es alentador para mostrar, a pequeña escala, la potencialidad que podría tener una política desde la extrema izquierda, si planteara una alternativa obrera independiente de los Demócratas y apoyada en la lucha de los trabajadores.
Aún con las casi nulas posibilidades de presentar una candidatura a nivel nacional, todavía está por verse cómo se desarrollará este fenómeno y si existe la posibilidad de que ante la crisis del partido republicano, pero sobre todo el desgaste de Obama y la desilusión con los demócratas, pueda empezar a surguir una alternativa independiente al bipartidismo.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Las obreras de Bangladesh y lo nuevo que emerge





Miles de trabajadores y trabajadoras textiles de Bangladesh volvieron a salir a las calles de la capital, Dhaka, para pedir por un salario mínimo de 100 dólares al mes.

Más de 30.000 textiles abandonaron las principales fábricas del centro y la periferia  de la capital tomando las calles y obligando a los empresarios a cerrar un centenar de grandes talleres, constituyéndose en una huelga de hecho. 

La policía trató de frenar el avance de las columnas obreras con gases lacrimógenos pero solo lograron enfurecer más a los manifestantes como en la ciudad de Ashulia (periferia de la capital) donde los trabajadores levantaron barricadas e incendiaron vehículos para frenar la represión de las fuerzas de seguridad.

Las nuevas protestas se dan a menos de dos meses de las masivas movilizaciones de fin de septiembre que paralizaron la industria textil durante una semana y obligaron al gobierno a llamar a un consejo del salario para acordar un aumento antes de fin de noviembre.

Bangladesh es el país con el salario mínimo más bajo del mundo (38 dólares) y frente a la demanda obrera de un aumento que lo lleve a 100 dólares mensuales los empresarios se negaron de plano a ofrecer un incremento que supere el 20% del valor actual, es decir no más de 45 dólares. El gobierno, que además de estar presionado por las movilizaciones se encuentra en un complejo escenario político cruzado por las elecciones generales de enero de 2014, ofreció desde el consejo del salario un aumento que permita elevar el mínimo a 67 dólares y se comprometió a fijar un nuevo valor para el 21 de noviembre exhortando a los trabajadores a abandonar las calles y volver al trabajo. Gobierno y empresarios se pusieron de acuerdo para intimidar a los trabajadores con la amenaza de cierre masivo de fábricas si estos mantienen su reclamo, en realidad no se trata más que de una extorsión para que los obreros textiles acepten la propuesta que termine fijando el gobierno, muy por debajo de su demanda.

La situación actual es de expectativa y si bien los trabajadores volvieron a las fábricas, nada indica que las manifestaciones espontaneas y violentas, que se incrementaron en el último período por el reclamo de un salario digno, vayan a terminar luego del anuncio gubernamental.

Las movilizaciones, huelgas y manifestaciones de los trabajadores textiles han ido creciendo en los últimos meses desde el derrumbe, en abril de este año, del edificio Rana Plaza donde funcionaban varios talleres textiles, que terminó con el saldo de 1135 muertos (80% mujeres). Este episodio dejó al desnudo las brutales condiciones de trabajo en la principal industria de Bangladesh, la textil, con la que recaudan millonarias ganancias las empresas multinacionales en base a condiciones de absoluta precariedad laboral y salarios miserables.


La esclavitud del siglo XXI


Más de cien años han pasado desde las heroicas luchas del movimiento obrero para conseguir la jornada de ocho horas de trabajo, pero en Bangladesh hoy esto sigue siendo una utopía. En pleno siglo XXI, Bangladesh junto a otros países de la región se han convertido en verdaderas “zonas francas” para el desarrollo de la esclavitud moderna.

Las gigantes empresas de la industria textil como Zara, Benetton, Nike, Adidas, Acsis, Reebok o las cadenas como Wal-Mart, Carrefour, H&M y El Corte Ingles  entre otras, se establecieron por medio de talleres tercerizados en países como Bangladesh, Camboya, Sri Lanka, Vietnam, Laos o la India donde obtienen ganancias extraordinarias.

El caso de Bangladesh es paradigmático porque se trata del segundo exportador mundial de ropa después de China. El bajo costo de la mano de obra y la inseguridad laboral (que permite que prácticamente cualquier estructura se convierta en un taller habilitado) hacen que este país sea el lugar más barato para producir grandes cantidades de ropa que tienen por destino principalmente a Europa (60%) y EEUU (23%).

Con una población de 155 millones de habitantes y una fuerza laboral (ocupada) de 56 millones, Bangladesh se convirtió en un imán para satisfacer la sed de ganancia de las empresas capitalistas. El gobierno le garantiza a los empresarios un salario diferenciado por rama de producción[1], que en la industria textil es el más bajo del mundo (ver cuadro). De esta forma durante la última década se establecieron en el país más de 5.000 fábricas textiles que emplean a más de 4 millones de trabajadores, el 80% mujeres.




Para que sea gráfica la relación que existe entre el salario mínimo y la ganancia de las empresas basta un ejemplo: una obrera textil en Bangladesh debería dedicar el 100% de casi tres meses de su salario mínimo para poder comprar un pantalón de jean de primera marca (que ella misma produce por miles) en alguna de las principales cadenas o centros comerciales de Europa o EE.UU[2].  
Como con el salario mínimo de 38 dólares es imposible vivir, las obreras textiles se ven obligadas a trabajar de hecho jornadas de 12 o 14 horas, haciendo horas extras, para poder llegar a un sueldo mensual de unos 100 dólares. Aún así, este valor estaría tres veces por debajo de lo que se podría considerar un “salario digno”[3].

Otro dato alarmante son las condiciones de absoluta inseguridad en la que se montan los talleres. La connivencia entre el gobierno, el ministerio de trabajo, los inspectores de seguridad y los empresarios es total como quedó demostrado con el derrumbe del edificio Rana Plaza, que logró repercusión internacional pero que no se trata del único sino que son una constante las noticias sobre incendios o derrumbes de fábricas o talleres donde mueren trabajadoras. También son comunes los testimonios de obreras que dicen denunciar las malas condiciones edilicias y laborales pero que ven como los inspectores del gobierno miran para otro lado a la hora de hacer las habilitaciones.

Esta relación tan estrecha entre política y negocios no es de extrañar, sobre todo cuando un 30% de los parlamentarios de Bangladesh son al mismo tiempo empresarios de grandes fábricas textiles.


Una nueva clase obrera que emerge

El desarrollo de la industria textil en Bangladesh fue meteórico. Las primeras fábricas se establecieron a principios de la década de 1980 y su crecimiento se disparó exponencialmente en las tres décadas siguientes. Este sector pasó de representar un 3% del PBI en 1991 al 13% en la actualidad. En 2012 las exportaciones de productos textiles llegaron a los 22.000 millones de dólares, lo que supone el 80% del total de las exportaciones del país.

A la par del crecimiento de esta nueva rama industrial se fue conformando una nueva clase obrera joven, migrante y mayoritariamente femenina. Para el año 2000 la industria textil tenía alrededor de 3000 fábricas y empleaba a 1,5 millones de trabajadores. En la actualidad hay unos 5000 establecimientos donde trabajan más de 4 millones de trabajadores de los cuales entre el 80% y el 90% son mujeres[4].  A su vez cerca de 2 millones de las trabajadoras textiles son mujeres provenientes de las áreas rurales que se desplazaron en las últimas décadas a las ciudades tras las promesas de empleo en la nueva industria[5].

Desde que se establecieron en el país la gran mayoría de las empresas prohibieron los sindicatos y la organización al interior de las fábricas, contando para esto con el visto bueno del ministerio de trabajo y el gobierno que les permitió todo tipo de atropellos contra las trabajadoras.
Las primeras huelgas importantes se realizaron en el año 2006 cuando se empezaron a formar algunas organizaciones de obreras textiles (por fuera de la ley) y le arrancaron al gobierno el primer aumento del salario mínimo que había permanecido congelado desde el año 1994[6].

Tras la lucha de 2006 el gobierno aumentó el salario mínimo a 21 dólares y luego lo volvió a ajustar con las huelgas de 2010 hasta los 38 dólares actuales.

Sin embargo fue en el último período que las huelgas y movilizaciones de los y las trabajadoras textiles pegaron un salto, se multiplicaron y tomaron protagonismo. El asesinato masivo de trabajadores que significó el derrumbe del edificio Rana Plaza fue tan brutal que no solo puso en evidencia las condiciones de trabajo de las contratistas de las grandes marcas de indumentaria a nivel internacional, sino que obligó al gobierno a emitir una ley que permite la creación de sindicatos en este sector sin el permiso de los dueños de las fábricas.

Esto envalentonó a los y las obreras textiles que vienen saliendo a las calles y enfrentándose con la policía para pelear por sus demandas.

La ausencia de una burocracia sindical centralizada o de sindicatos amarillos, que puedan tener el control sobre esta masa de 4 millones de trabajadores, le da a las acciones un carácter espontáneo y muchas veces violento que se sale de los márgenes de la “normalidad” a la que estaban acostumbrados el gobierno y los empresarios.

Se podría decir que esta nueva y joven clase obrera que empieza de muy atrás, y que viene de sufrir (y sigue sufriendo) condiciones brutales de explotación, es “hija” de las derrotas que sufrió el movimiento obrero a nivel mundial durante las últimas décadas de neoliberalismo y restauración burguesa en todo el mundo. La deslocalización, el outsourcing, la tercerización, los contratos basura y los bajos salarios son un sello de nacimiento para gran parte del proletariado de la región y fue a su vez el fantasma que la burguesía utilizó principalmente sobre los trabajadores de los países imperialistas para atacar sus conquistas.

Sin embargo esas mismas condiciones que constituyen su sello de nacimiento también vuelven a este nuevo movimiento obrero en potencialmente más insubordinado que sus pares de occidente al no contar sobre sus espaldas con una derrota significativa, más que sus propias (y brutales) condiciones de trabajo que son las que llevan a esta explosiva conflictividad. Si bien parten de un nivel de subjetividad muy bajo y luchan en muchos casos por condiciones elementales, no cargan con los prejuicios de una clase obrera que sufrió derrotas históricas.

La clase obrera de Bangladesh y sobre todo su sector más explotado, el textil, no se encuentra solo. Los últimos años, y sobre todo el que aún está en curso, vio un aumento exponencial de los conflictos obreros en toda la región. Tan solo hace una semana salían a la huelga en Indonesia y en estos días lo hacían las trabajadoras textiles de Camboya. El escenario se repite de una u otra forma en Vietnam, Laos, India y China.

Los próximos meses (y años) serán claves para saber los efectos que puede tener la acción de esta poderosa fracción de la clase obrera no solo en la región sino sobre la lucha de clases a nivel global.




[1] Las diferencias son sustanciales: los trabajadores del transporte y del comercio ganan el doble que los trabajadores textiles.
[2] Otro ejemplo: El salario de un mes equivale al precio una camiseta de manga larga (29 euros = 38 dólares) comprada por internet en El Corte Ingles (sin incluir gastos de envío).
[5] Según datos del Banco Mundial entre 1995 y 2005 el empleo rural había bajado del 63% al 48% mientras que el empleo en la industria y los servicios pasó del 37% al 52%.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Huelga obrera en Indonesia. Un gigante que se pone a tono





Desde el 28 de octubre y por el transcurso de una semana casi tres millones de trabajadores salieron a la huelga en Indonesia. La lucha por un aumento salarial del 50% fue el motor de las protestas que se hicieron efectivas en al menos 20 de las 34 provincias del país, especialmente en los centros industriales de Bekasi y Jakarta. El proletariado de Indonesia se volcó a las calles en forma masiva contra los brutales ritmos de trabajo y los bajos salarios sumándose así a los trabajadores y trabajadoras de otros países como Bangladesh, Camboya, Vietnam, India o China que de una u otra forma han comenzado a entrar en escena durante los últimos años.

A la demandas de aumento salarial se sumaron la del fin de las tercerizaciones, los contratos basura y mejoras en el sistema de seguridad social.

En la capital, Jakarta, los manifestantes pedían un salario mínimo de unos 330 dólares mensuales para hacer frente al alto costo de vida que registra esa ciudad (la más importante del país, donde viven más de 11 millones de personas) y a la inflación, que este año superará el 10%, lo que presiona directamente sobre los sueldos de los trabajadores. Esto se suma al aumento de los combustibles luego del recorte de los subsidios por parte del gobierno durante los últimos meses lo que aumentó aún más el costo de vida.  

El llamado a la huelga fue lanzado por la Confederación de Sindicatos de Trabajadores (KSPI) y secundado por la mayoría de las federaciones sindicales, con una importante presión desde las bases que veían desde hace meses cómo las mesa de negociación con el gobierno y las cámaras empresariales no estaban dando ningún resultado.

De hecho el gobierno junto a los empresarios han desplegado una fuerte campaña en contra del aumento del salario mínimo bajo el argumento de que podría dañar la economía del país,  agitando el fantasma de una potencial fuga de inversiones extranjeras (y de empresas que deslocalizaron su producción instalándose en el país durante las últimas décadas), para intentar lograr una polarización social y una base de apoyo en contra de las demandas obreras. En realidad no están dispuestos a ceder un solo centavo de sus multimillonarias ganancias que están apoyadas en un esquema de alto crecimiento económico (6% en los últimos años) en base a una extensiva mano de obra precarizada y con bajos salarios.

El gobierno de Susilo Bambang Yudhoyono dejó en claro que de haber un aumento del salario mínimo este no podría superar en más del 5 o 10% a la inflación. Es decir, como mucho y ante la presión de los trabajadores en las calles podrían llegar a ceder un aumento del 20%, contra el 50% que pedían los sindicatos.

Días de Huelga

La huelga cobró fuerza en los días previos con activistas y militantes sindicales que visitaron cientos de fábricas y en la mañana del mismo 28 de octubre realizando piquetes de convencimiento y propagandizando las consignas de la huelga.

Las zonas industriales de la periferia de Jakarta se convirtieron en un verdadero hervidero con miles de trabajadores abandonado las fábricas y sumándose a la jornada de lucha. La policía intentó sin éxito amedrentar a las obreras de las fábricas textiles que eludieron los cordones policiales y se sumaron a las marchas. El 31 de octubre la zona industrial donde se concentran las principales empresas textiles y donde la mayoría de las trabajadoras son mujeres unas 50.000 obreras salieron a las calles y se sumaron a la huelga.

La paralización también afectó las zonas industriales de las principales ciudades del país y la represión no tardó en llegar. Por medio de bandas de matones, policías y el ejército, el gobierno persiguió e hirió a decenas de manifestantes. Sin embargo no solo no pudo frenar la huelga sino que logró que más trabajadores y también estudiantes se plegaran a las medidas en repudio a la represión.

Las marchas culminaron el 1ro de noviembre con una importante movilización frente a las oficinas el gobernador de Jakarta, Joko Widodo, que tiene un perfil político populista y que durante la huelga por aumentos de salario de 2012 se había pronunciado a favor, otorgando incrementos en torno al 40% para la capital del país. Sin embargo este año Widodo se alineó con el gobierno nacional y los empresarios, anunciando un aumento de solo el 11% para Jakarta. Los trabajadores irrumpieron en la reunión del consejo del salario mínimo, dejando al desnudo que su perfil populista no es más que una fachada demagógica.  

Poniéndose a tono

El malestar entre los trabajadores ante la negativa a un incremento sustancial de los salarios ya llevó a algunas de las federaciones sindicales a anunciar nuevas acciones y medidas de lucha durante el mes de noviembre, aunque algunos sindicatos prefirieron iniciar un reclamo por la vía judicial.

Esta importante huelga obrera se llevó adelante en circunstancias difíciles porque a pesar de contar con una gran simpatía entre grandes franjas de los trabajadores tuvo que soportar el brutal ataque del gobierno, los empresarios y los grandes medios de comunicación. Si bien la propaganda contra los trabajadores y contra la huelga, logró polarizar a la opinión pública y evitar que la paralización fuera total en el conjunto de las ramas de la producción, el paro se hizo sentir en los principales centros industriales y entre la industria manufacturera de exportación.

Más allá del resultado inmediato de la lucha y de cómo se desarrolle en las próximas semanas, la clave de estas jornadas de huelga en Indonesia es que un proletariado que cuenta con millones de trabajadores (en el cuarto país más poblado del mundo) empieza a levantar cabeza y a ponerse a tono con las luchas de los obreros y obreras de otros países de la región como Bangladesh, Camboya e India o con las “explosiones” y conflictividad obrera creciente al interior del gigante chino.

Seguramente tendrá que recorrer un dificultoso camino, pero el mundo ya está viendo como un nuevo proletariado que representa una parte importante de la clase obrera mundial, que trabaja en condiciones de super explotación, que es mayoritariamente joven, en gran parte femenino y que en su mayoría se encuentra por fuera de la influencia de viejas direcciones sindicales propatronales, está empezando a hacer un gran ejercicio en el terreno de la lucha de clases.  

jueves, 31 de octubre de 2013

Fastfood Nation


El precariado norteamericano va a la huelga

Celeste Murillo y Juan Andrés Gallardo

Publicado en Ideas de Izquierda N.4, octubre de 2013.

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La primera chispa se encendió en Nueva York en noviembre de 2012. Muchos dijeron que eran un grupo de locos: los trabajadores exigían un salario mínimo de 15 dólares (el doble del salario mínimo establecido en 7,25 dólares por hora). Pero los salarios de pobreza no son el único problema de las y los trabajadores de este sector. Los puestos de trabajo son absolutamente precarios, los horarios son rotativos, nadie tiene seguro de salud, mucho menos licencias por enfermedad o maternidad, y están prohibidos los sindicatos.


Las empresas que emplean a estos trabajadores con salarios bajísimos y malas condiciones laborales son millonarias. Y esta es otra de las grandes banderas del movimiento de los trabajadores/as de fastfood. McDonald’s embolsó 5.500 millones de dólares en ganancias en 2011, una muestra más de que la “recuperación” económica estadounidense solo rige para las empresas. Pero lo peor es que este panorama no es exclusivo de los fastfood, es una realidad cotidiana para millones de personas. Las trabajadoras y trabajadores estadounidenses tienen una de las jornadas laborales más largas de los países industrializados, no existen las obras sociales ni la salud pública, la jubilación es un privilegio que solo una minoría puede pagar mientras la mayoría envejece como pobre dependiendo de la ayuda familiar y estatal. Y una cifra estrechamente relacionada con todo lo anterior es que solo el 6,6% de la clase obrera está sindicalizada1.

Existe una imagen típica del trabajador de fastfood: joven, estudiante, menor de 30 años, que solo necesita un trabajo part-time y dinero extra para salir con amigos, comprar un celular o ahorrar para un auto. Sin embargo, esta imagen está muy lejos de la realidad; de hecho solo cerca del 15% cumple con esa descripción. Como señala Kate Bronfenbrenner, directora del Centro de Educación e Investigación Laboral de la universidad de Cornell: “Aquí es adonde va la gente cuando cierran las fábricas, cuando hay despidos en el sector público, aquí es donde van a trabajar los adultos”.

Es más, según las cifras del National Employment Law Project (NELP), estos empleos representan una gran parte de la tan alabada “recuperación”. Según el estudio del NELP los empleos de bajos salarios representaron el 21% de los puestos de trabajo perdidos durante la llamada “gran recesión”, pero son el 58% de los puestos de trabajo creados en la “recuperación”. Y el mismo estudio muestra que el sector de fastfood, el de venta minorista y servicios comerciales juntos representan el 43% del crecimiento de empleo durante los últimos dos años. Resultado: más de la mitad de los trabajos creados durante los últimos años son basura.

La precariedad es una característica que viene extendiéndose en toda la fuerza laboral. Según las últimas estadísticas oficiales (2012), el top 3 de ocupaciones fueron: vendedor/a, cajero/a y “preparación y servicio de alimentos, incluidos los fastfood”. Esto hace que las malas condiciones laborales y los bajos salarios sean prácticas cada vez más comunes en otros sectores. Y esto ya es una tendencia en el mercado laboral reconocida incluso por el gobierno estadounidense en sus cifras oficiales: 6 de las 10 primeras ocupaciones laborales de la próxima década serán empleos de bajos salarios y baja calificación2.

Esta realidad ha debilitado la fuerza de la clase trabajadora para conseguir, al menos, mejores condiciones. Se tradujo en 10 años de salarios estancados mientras las ganancias de las grandes empresas y los bancos se dispararon, a pesar de las pérdidas de la “Gran Recesión”. El Economic Policy Institute señala en un estudio sobre el salario que su bajo crecimiento en el período 2000-2007 se combinó con los recortes salariales del período 2007-2012, y como resultado el 60% más bajo de la escala de ingresos no tuvo ninguna mejora en su remuneración aunque la productividad creció casi un 25%3. Y este no es un fenómeno nuevo en la economía estadounidense. Los trabajadores son los grandes perdedores desde finales de los años 1970. El mismo estudio señala que  durante casi todo el período 1979-2012 la mayoría de los trabajadores no vio ningún crecimiento o un crecimiento mínimo de su salario; el salario medio real a valores actuales solo aumentó 5% entre 1979 y 2012, y la productividad durante el mismo periodo creció 74,5%4.

Trabajadores cada vez más pobres, condiciones de trabajo cada vez más precarias y ganancias cada vez más altas para las empresas. Esta es la ecuación del “crecimiento” que ningún empresario quiere ver trastocada.



El modelo Wal-Mart

En Estados Unidos, el sector de comercio está en gran parte libre de sindicatos, y el de fastfood casi en su totalidad. Uno de los emblemas de estos sectores fue el modelo Wal-Mart, que se extendió a otras ramas de la economía donde los sindicatos tuvieron alguna vez mucho poder como la industria manufacturera, el procesamiento de alimentos e incluso el sector público.

La burocracia de la AFL-CIO fue imprescindible en este proceso, ya que en ningún momento se enfrentó seriamente a las leyes antisindicales que estado tras estado votaban legisladores y gobernadores republicanos y demócratas. Al contrario, alimentaron –y alimentan– siempre las expectativas en que el partido Demócrata mejoraría las condiciones de vida de su histórica base electoral. Un ejemplo trágico del fracaso de esta estrategia fue la derrota de la lucha de Wisconsin5 contra el ataque del gobernador republicano Walker, que fue imitado en varios estados, incluso varios gobernados por demócratas como New Hampshire y Missouri.

La clave del modelo Wal-Mart fue eliminar los sindicatos, atacar la negociación colectiva, y destruir por todos los medios la percepción de la pertenencia a una clase. Por ejemplo, en toda la cadena Wal-Mart está prohibido hablar de trabajadores y empleadores, todos se llaman a sí mismos “asociados”. Así, el modelo Wal-Mart se tradujo en una cultura antisindical y contratos flexibilizados.

Pero el último producto de la cadena fue el más inesperado y resistido, un modelo de lucha sindical sin sindicato: en 2012, después de años de lucha y despidos, tras una batalla legal los trabajadores de Wal-Mart encontraron una forma de asociarse sin que la patronal pudiera echarlos. Así nació OUR Wal-Mart

(OUR por sus siglas en inglés, Organización Unidos por el Respeto). Los primeros esfuerzos de los trabajadores de los fastfood fueron alentados, según los propios trabajadores, por luchas como la de Wal-Mart. El problema central de esta clase obrera precaria, con su corazón en McDonald’s y Wal-Mart no es la falta de calificación o educación de sus trabajadores (que como mencionamos más arriba provienen de la industria y otras ramas de la economía y no necesariamente carecen de oficio y/o formación) sino que se encuentran privados del mínimo derecho a la organización para mejorar sus condiciones laborales. Prueba de esto es que, como publicó el Center for Economic and Policy Research, durante el período 1979-2010, el número de trabajadores que tienen educación media y superior casi se duplicó mientras cayó la cantidad de trabajadores con buenos salarios, seguro médico y jubilación.



La batalla del salario mínimo

Esto explica el suelo fértil que alimenta este movimiento de huelgas y acciones de lucha en más de 50 ciudades. Y uno de los motivos de este impacto es que puso en discusión un problema que irrita a los empresarios y puede transformarse en un problema para el gobierno demócrata: el salario mínimo. Como en pocos lugares del mundo, los empresarios en Estados Unidos no están acostumbrados a las huelgas y mucho menos a las luchas por sector, donde los trabajadores de varias empresas luchan de forma unificada. Todo lo que huela a negociación colectiva causa estupor. Una muestra de ese temor puede verse en el aviso publicitario financiado por los hermanos Koch6 en julio de 2013, donde lanzan diatribas contra las regulaciones y cualquier medida que “reduzca la movilidad laboral” y que obstaculice el libre juego del mercado. Advierten: un aumento del salario mínimo –o el salario mínimo en sí– pondría en peligro la economía entera, el futuro del imperialismo norteamericano. Y si irrita a los de arriba y alimenta el descontento de los de abajo, no es difícil imaginar que el gobierno empiece a ocuparse del tema. Barack Obama ya había hablado del aumento del salario mínimo después de la segunda tanda de huelgas de los fastfood en julio de 2013, pero el Día del Trabajo (6/9) anunció que planea solicitar un aumento del piso salarial de 9 dólares en… ¡2015! (hablando de empatía con la vida real de quienes trabajan todo el día y aun así dependen de la ayuda estatal para que haya comida en su mesa).

De más está decir que no es verdad que un aumento del salario mínimo pondría en peligro “la grandeza de Estados Unidos”. Pero lo que es cierto es que “dañaría” las ganancias extraordinarias de las empresas, y pondría de manifiesto el cambio en la relación de fuerzas que significaría el triunfo de los trabajadores peor pagos del país que representan ni más ni menos que la mitad de los nuevos trabajos creados durante la “recuperación”.



Lazos de solidaridad, estrategias y perspectivas

Ese precariado, enorme, hastiado, con pocas herramientas políticas y de organización, pero rodeado de solidaridad y apoyo, viene desafiando a los más cínicos y escépticos. Hasta la burocracia sindical de la AFL-CIO7 está buscando cómo ser parte (y canalizar de alguna forma) de este movimiento híbrido, donde participan trabajadores, comunidades locales y organizaciones políticas (desde grupos de abogados laboralistas, pasando por Occupy, hasta grupos de extrema izquierda). El movimiento Occupy Wall Street8 viene jugando un rol importante. Para los trabajadores de fastfood vienen siendo una red de apoyo y solidaridad que cumple en muchos casos las tareas que llevaría adelante un sindicato: apoyo económico, ayuda legal, difusión de la lucha, incluso nutren los “piquetes” de huelga (que concretamente consisten en hacer manifestaciones frente a los locales). Es para destacar cómo este movimiento, que ha mostrado muchos límites políticos en su desarrollo desde que surgió en 2011, juega un rol muy progresivo, al amplificar las demandas y las críticas de “cómo funciona” el capitalismo en Estados Unidos.

Estos lazos entre la juventud de Occupy y sectores de trabajadores, que se vienen forjando y transformando durante estos años, estuvieron en primer plano en la huelga de los fastfood. Aun cuando el proceso enfrente muchos obstáculos que dificultan la perspectiva más general como movimiento de la clase obrera (por su configuración, su lugar en la economía, el rol de la burocracia, etc.), su extensión nacional e impacto va más allá. Uno de los primeros sindicatos en organizar este nuevo sector de trabajadores fue el SEIU (Service Employees International Union). A pesar de que SEIU está fuera de la AFL-CIO desde 2005 9, la central sindical apoyó varias medidas y está intentando participar de este fenómeno que se viene desarrollando a la vera de la inacción de la burocracia oficial. Sin embargo, hasta ahora ha sido imposible para este y otros movimientos desarrollar una estrategia que permita combatir a las empresas y los gobiernos locales y federal (a lo que se niegan tanto SEIU como la AFL-CIO). Por el momento se han desplegado las energías de los sectores más bajos de los trabajadores, pero aun está ausente la perspectiva de pelear por recuperar los sindicatos, superar la fragmentación de la clase obrera para demostrar el poderío social del proletariado norteamericano.

Aunque el movimiento de los fastfood no es radicalizado ni mucho menos, está lejos de las mesas de negociaciones de los burócratas que se manejan como verdaderos empresarios. SEIU impulsa instancias de negociación colectiva en varios lugares, de acuerdo con las leyes de cada estado (EE. UU. es un país federal, y cada estado elige cómo legislar los temas laborales). El hecho de no contar con una estrategia nacional es uno de los puntos más débiles de esta política, que no llega a equiparar siquiera los esfuerzos que realizan los trabajadores que, con poco o nulo apoyo legal, apuntaron en acciones coordinadas en todo el país.

Uno de los aciertos de la última huelga en agosto de 2013 fue la acción simultánea en más de 50 ciudades, en protesta contra todas las empresas de fastfood, con el apoyo y la movilización de Occupy, ONG de consumidores, organizaciones de inmigrantes y grupos de izquierda. Este carácter híbrido es una fortaleza porque amplifica el alcance de la huelga aunque deja entrever la debilidad de los trabajadores, huérfanos de organizaciones de clase y aun con desconfianza de la enorme fuerza social (y política) que representa el proletariado norteamericano. Pero ningún proceso es lineal y, a pesar de las innumerables trabas, la escala más baja de la clase obrera da sus primeros pasos en un escenario de “recuperación” de las ganancias empresariales y “recesión” del salario obrero.



1 Según el último censo oficial, el 6,6% del sector privado está afiliado a un sindicato; mientras la cifra asciende al 35% en el sector público.

2 Economic News Release, 2012, http://www.bls.gov.

3 “A Decade of Flat Wages”, www.epi.org, 21/08/2013.

4 Ídem.

5 En febrero de 2011, docentes y estudiantes, con el apoyo de la comunidad, tomaron la legislatura de Wisconsin para evitar la votación de la ley que eliminaría el derecho a negociar colectivamente de los docentes. Aunque la lucha logró impacto nacional y se ganó la simaptía de una parte importante de la población, culminó en una derrota.

6 Son los dueños de Koch Industries, la segunda empresa privada más grande de Estados Unidos (y uno de los principales aportantes –ellos no lo reconocen– del Tea Party, que ha radicalizado el ala derecha republicana).

7 Cuyo último gran “triunfo” fue la entrega que encabezó el sindicato automotriz UAW de los derechos del último reducto de la clase obrera industrial norteamericana, para permitir el salvataje de las empresas como General Motors en 2009. El acuerdo del gobierno de Obama exigía bajar los costos de producción, y UAW accedió a recortar salarios, eliminar bonos y desfinanciar el fondo de salud sindical. Más sobre el acuerdo: “Vergonzoso acuerdo de UAW con General Motors”, La Verdad Obrera, 28/5/2009.

8 El movimiento Occupy Wall Street surgió en 2011 con el lema “Somos el 99%”, que ilustra la enorme brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos. Aunque su protesta tuvo resultados desiguales, por su programa general y relativamente abstracto, viene cumpliendo un rol muy progresivo al denunciar las características más brutales del capitalismo, agudizadas por la crisis económica que se desarrolla desde la caída de Lehman Brothers. Surgió como parte del movimiento internacional de la “juventud indignada” que multiplicó sus protestas en varias ciudades del mundo.

9 SEIU rompió junto a otros sindicatos de la AFLCIO para formar la coalición Change to Win (cambiar para ganar), en una supuesta búsqueda de emplear métodos más ofensivos para organizar a los trabajadores. Desde la ruptura, tanto Change to Win como la AFL-CIO vienen apoyando las iniciativas “alternativas” de organización impulsada por los mismos trabajadores, pero ninguna de las dos cuestiona la fragmentación y precarización de la clase obrera.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Multitudinaria movilización obrera en Polonia





El sábado 14 de septiembre más de 100.000 trabajadoras y trabajadores polacos marcharon por las calles de la capital, Varsovia, para protestar contra las medidas antipopulares que viene aplicando el gobierno del primer ministro centroderechista, Donald Tusk, y el malestar generado por la abrupta desaceleración económica que atraviesa el país.

La movilización fue parte de una jornada de protesta de cuatro días (11 al 14 de septiembre) en distintas ciudades, convocada por las centrales sindicales mayoritarias y que culminó en la multitudinaria marcha del sábado contra una serie de medidas tomadas por el gobierno y particularmente contra la recientemente votada ley de flexibilización laboral que acaba con la jornada de 8 horas y ataca directamente la organización sindical de los trabajadores.


Se profundiza el ajuste

El gobierno del primer ministro Donald Tusk, del partido de centro derecha Plataforma Cívica, viene aplicando un plan de ajuste brutal que en los últimos dos años incluyó el aumento de la edad jubilatoria a 67 años (antes era de 60 años para las mujeres y de 65 para los hombres), el anuncio de una reforma del sistema de pensiones y la recientemente votada modificación del Código de Trabajo, que fue lo que desató las actuales movilizaciones.

Hace tres meses el Parlamento votó una serie de cambios en el Código de Trabajo y la Ley de  Sindicatos que eliminan la garantía de una jornada laboral de 8 horas, dejando abierta la posibilidad de que las empresas lleven la jornada hasta un máximo de 78 horas semanales, sin pago de horas extras.

Esta ley de flexibilización laboral permite que las empresas puedan aumentar las jornadas de trabajo, según los ritmos de producción, llegando hasta un total de 78 horas semanales mientras que reducirían la jornada laboral en otros momentos del año. Esto significa una enorme transferencia de dinero de los bolsillos de los trabajadores al de los empresarios ya que durante las jornadas extendidas no tienen obligación de pagar horas extra, mientras que durante el período de jornadas reducidas la ley les permite pagar tan solo el salario mínimo a sus trabajadores.

Pero la ley no se queda ahí sino que ataca directamente a los sindicatos y a la organización de los trabajadores al permitir que los empresarios puedan negociar estás nuevas condiciones en forma individual con cada trabajador o incluso ser acordadas con un “representante de los trabajadores de un comité de empresa”. Estos comités de empresa se elegirían según los reglamentos  establecidos por los propios empresarios (es decir serían una suerte de sindicatos amarillos armados por la patronal y al servicio de esta) cuyos representantes no serían responsables ante los trabajadores y tampoco tendrían derecho a iniciar negociaciones colectivas.

Es decir se prepara el terreno para minar la capacidad de negociación de los sindicatos debilitándolos y atomizándolos.

El malestar se hace sentir

Este último ataque sobre las condiciones laborales de la clase trabajadora fue la gota que colmó el vaso y obligó a las direcciones sindicales mayoritarias de OPZZ y Solidaridad a convocar, si bien no a una huelga, al menos a las recientes jornadas de protesta.

El malestar expresado en las calles de Varsovia el último fin de semana tiene un motivo más profundo en la desaceleración abrupta que viene sufriendo la economía polaca. Tras dos décadas de crecimiento ininterrumpido el PBI de Polonia se desplomó el último año mostrando su vulnerabilidad frente a la crisis Europea (Polonia ingresó a la Unión Europea en 2004, aunque no a la Eurozona, y la ralentizada economía Alemana es su principal socio comercial). (1)

Los despidos a gran escala se multiplicaron en el último período al ritmo de la caída del crecimiento que pasó del 4,5% del PBI en 2011 al 1,9% en 2012 y a tan solo el 0,1% en el primer trimestre de este año. Esto disparó el desempleo que llegó al 14,4% en febrero de este año afectando particularmente a la juventud.

Sin embargo la economía no es lo único que viene en picada, también cayó abruptamente el índice de aprobación del gobierno de Tusk, que se hundió a sus niveles más bajos desde que llegó al poder hace seis años. Por el momento este desencanto con el gobierno de Tusk ha sido capitalizado por el partido de la oposición nacionalista, Ley y Justicia, encabezado por el ex primer ministro Jaroslaw Kaczynski.

El rol de las direcciones sindicales

Desde la renuncia de Jaruzelski en 1990 y el proceso de restauración capitalista que ya se venía gestando, los trabajadores polacos han visto caer su salario y la calidad de sus condiciones laborales permanentemente. Sin embargo las direcciones sindicales mayoritarias fueron incapaces de llamar a una huelga general en los últimos 25 años.

No lo hicieron en 2007 durante la importante huelga de enfermeras que cuestionó tanto sus condiciones laborales como el sistema de salud de conjunto y tampoco llamaron a la huelga general cuando se anunció la elevación de la edad jubilatoria, ni durante las movilizaciones contra la política del gobierno de septiembre de 2012.

Frente al ataque actual se vieron obligados a convocar a la reciente jornada de lucha pero, aunque amenazan, aún se niegan a convocar a una huelga que unifique todos los reclamos y apunte contra el gobierno de Tusk.

Es evidente que las direcciones sindicales de OPZZ y Solidaridad no solo están por detrás del nivel de ataque impuesto por el gobierno, sino del malestar expresado entre los trabajadores y el pueblo Polaco ante la desaceleración económica, el aumento de la desocupación y el ataque a sus conquistas históricas.

El gobierno y los empresarios de Polonia se vienen poniendo a tono con el ajuste aplicado por el resto de los estados de la Unión Europea e intentaran descargar cada vez más los efectos de la crisis económica sobre la espalda de los trabajadores, sin embargo la multitudinaria movilización de los últimos días muestra que todavía está por verse si podrán hacerlo sin enfrentar la resistencia de los trabajadores y el pueblo.



Notas:

(1)  Polonia entró en la Unión Europea en 2004. Aplicando una política de liberalización económica se benefició con el ingreso de dinero mediante la inversión extranjera que le permitió tener una alta tasa de crecimiento, durante los primeros 8 años, además de la posibilidad de manipulan su moneda para hacer frente a la crisis al haber quedado fuera de la Eurozona. Pero la crisis europea y una combinación de la desaceleración económica de sus principales socios comerciales, junto a problemas políticos internos, ha llevado a la actual situación que si bien no llegó a una recesión se trata de una caída abrupta en el crecimiento que venía teniendo durante el último período. Se espera que el crecimiento de la economía polaca sea como mucho del 1% en 2013, su peor desempeño desde que se unió a la Unión Europea.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

(Documento histórico) Chile: Carta de los Cordones Industriales a Salvador Allende


Hoy se cumplen 40 años del golpe militar en Chile que el 11 de septiembre de 1973 acabó con el proceso revolucionario más radicalizado y profundo de América Latina, que atravesaba una situación convulsiva. A continuación publicamos una carta, que muestra la enorme combatividad de la clase obrera chilena y de sus cordones industriales, enviada a Salvador Allende tan solo 6 días antes del golpe de Pinochet y que muestra claramente la tragedia que significó la estrategia reformista de la "vía pacifica al socialismo".

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Carta enviada de la Coordinadora de Cordones aSalvador Allende

A su Excelencia el Presidente de la República 5 de septiembre de 1973

Compañero Salvador Allende:

Ha llegado el momento en que la clase obrera organizada en la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Único de Trabajadores en conflicto ha considerado de urgencia dirigirse a usted, alarmados por el desencadenamiento de una serie de acontecimientos que creemos nos llevará no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte más implacable y criminal.

Antes, teníamos el temor de que el proceso hacia el Socialismo se estaba transando para llegar a un Gobierno de centro, reformista, democrático-burgués que tendía a desmovilizar a las masas o a llevarlas a acciones insurreccionales de tipo anárquico por instinto de preservación.

Pero ahora, analizando los últimos acontecimientos, nuestro temor ya no es ése, ahora tenemos la certeza de que vamos en una pendiente que nos llevará inevitablemente al fascismo.

Por eso procedemos a enumerarle las medidas que, como representantes de la clase trabajadora, consideramos imprescindibles tomar.

En primer término, compañero, exigimos que se cumpla con el programa de la Unidad Popular, nosotros en 1970, no votamos por un hombre, votamos por un Programa.
Curiosamente, el Capítulo primero del Programa de la Unidad Popular se titula “Poder Popular”,

Citamos: Página 14 del programa:

“… Las fuerzas populares y revolucionarias no se han unido para luchar por la simple sustitución de un Presidente de la República por otro, ni para reemplazar a un partido por otros en el Gobierno, sino para llevar a cabo los cambios de fondo que la situación nacional exige, sobre la base del traspaso del poder de los antiguos grupos dominantes a los trabajadores, al campesinado y sectores progresistas de las capas medias…” “Transformar las actuales instituciones del Estado donde los trabajadores y el pueblo tengan el real ejercicio del poder…”

“… El Gobierno popular asentará esencialmente su fuerza y autoridad en el apoyo que le brinde el pueblo organizado…”

Página 15:

“… A través de una movilización de masas se constituirá desde las bases la nueva estructura del poder…”
Se habla de un programa de una nueva Constitución Política, de una Cámara Única, de la Asamblea del Pueblo, de un Tribunal Supremo con miembros asignados por la Asamblea del Pueblo. En el programa se indica que se rechazará el empleo de las Fuerzas Armadas para oprimir al pueblo… (Página 24).

Compañero Allende, si no le indicáramos que estas frases son citas del programa de la Unidad Popular, que era un programa mínimo para la clase, en este momento se nos diría que este es el lenguaje “ultra” de los cordones industriales.

Pero nosotros preguntamos, ¿dónde está el nuevo Estado? ¿La nueva Constitución Política, la Cámara Única, la Asamblea Popular, los Tribunales Supremos?

Han pasado tres años, compañero Allende y usted no se ha apoyado en las masas y ahora nosotros los trabajadores tenemos desconfianza.

Los trabajadores sentimos una honda frustración y desaliento cuando su Presidente, su Gobierno, sus partidos, sus organizaciones, les dan una y otra vez la orden de replegarse en vez de la voz de avanzar.
Nosotros exigimos que no sólo se nos informe, sino que también se nos consulte sobre las decisiones, que al fin y al cabo son definitorias para nuestro destino.

Sabemos que en la historia de las revoluciones siempre han habido momentos para replegarse y momentos para avanzar, pero sabemos, tenemos la certeza absoluta, que en los últimos tres años podríamos haber ganado no sólo batallas parciales, sino la lucha total.

Haber tomado en esas ocasiones medidas que hicieran irrevocables el proceso, después del triunfo de la elección de Regidores del 71, el pueblo clamaba por un plebiscito y la disolución de un Congreso antagónico.

En octubre (1972), cuando fue la voluntad y organización de la clase obrera que mantuvo al país caminando frente al paro patronal, donde nacieron los cordones industriales en el calor de esa lucha y se mantuvo la producción, el abastecimiento, el transporte, gracias al sacrificio de los trabajadores y se pudo dar el golpe mortal a la burguesía, usted no nos tuvo confianza, a pesar de que nadie puede negar la tremenda potencialidad revolucionaria demostrada por el proletariado, y le dio una salida que fue una bofetada a la clase obrera, instaurando un Gabinete cívicomilitar, con el agravante de incluir en él a dos dirigentes de la Central Única de Trabajadores, que al aceptar integrar estos ministerios, hicieron perder la confianza de la clase trabajadora en su organismo máximo.

Organismo, que cualquiera que fuese el carácter del Gobierno, debía mantenerse al margen para defender cualquier debilidad de éste frente a los problemas de los trabajadores.

A pesar del reflujo y desmovilización que esto produjo, de la inflación, las colas y las mil dificultades que los hombres y mujeres del proletariado vivían a diario, en las elecciones de marzo de 1973, mostraron una vez más su claridad y conciencia al darle un 43% de votos militantes a los candidatos de la Unidad Popular.
Allí también, compañero, se deberían haber tomado las medidas que el pueblo merecía y exigía para protegerlo del desastre que ahora presentimos.

Y ya el 29 de junio, cuando los generales y oficiales sediciosos aliados al Partido Nacional, Frei y Patria y
Libertad se pusieron francamente en una posición de ilegalidad, se podría haber descabezado a los sediciosos y, apoyándose en el pueblo y dándole responsabilidad a los generales leales y a las fuerzas que entonces le obedecían, haber llevado el proceso hacia el triunfo, haber pasado a la ofensiva.
Lo que faltó en todas estas ocasiones fue decisión, decisión revolucionaria, lo que faltó fue confianza en las masas, lo que faltó fue conocimiento de su organización y fuerza, lo que faltó fue una vanguardia decidida y hegemónica.

Ahora los trabajadores no solamente tenemos desconfianza, estamos alarmados.

La derecha ha montado un aparato terrorista tan poderoso y bien organizado, que no cabe duda que está financiado y (entrenado) por la CIA. Matan obreros, hacen volar oleoductos, micros, ferrocarriles.
Producen apagones en dos provincias, atentan contra nuestros dirigentes, nuestros locales partidarios y sindicales.

¿Se les castiga o apresa?

¡No compañero!

Se castiga y apresa a los dirigentes de izquierda.

Los Pablos Rodríguez, los Benjamin Matte, confiesan abiertamente haber participado en el “Tanquetazo”.

¿Se les allana y humilla?

¡No compañero!

Se allana Lanera Austral de Magallanes donde se asesina a un obrero y se tiene a los trabajadores de boca en la nieve durante horas y horas.

Los transportistas paralizan el país, dejando hogares humildes sin parafina, sin alimentos, sin medicamentos.

¿Se los veja, se los reprime?

¡No compañero!

Se veja a los obreros de Cobre Cerrillos, de Indugas, de Cemento Melón, de Cervecerías Unidas.
Frei, jarpa y sus comparsas financiados por la ITT, llaman abiertamente a la sedición.

¿Se les desafuera, se les querella?

¡No compañero!

Se querella, se pide el desafuero de Palestro, de Altamirano, de Garretón, de los que defienden los derechos de la clase obrera.

El 29 de junio se levantan generales y oficiales contra el Gobierno, ametrallando horas y horas el Palacio de la Moneda, produciendo 22 muertos.

¿Se les fusila, se los tortura?

¡No compañero!

Se tortura en forma inhumana a los marineros y suboficiales que defienden la Constitución, la voluntad del pueblo, y a usted, compañero Allende.

Patria y Libertad incita al golpe.

¿Se les apresa, se les castiga?

¡No compañero!, siguen dando conferencias de prensa, se les da salvoconductos para que conspiren en el extranjero.

Mientras se allana Sumar, donde mueren obreros y pobladores, y a los campesinos de Cautín, que defienden al Gobierno, se les somete a los castigos más implacables, paseándolos colgados de los pies, en helicópteros sobre las cabezas de sus familias hasta darles muerte.

Se le ataca a Ud. compañero, a nuestros dirigentes, y a través de ellos a los trabajadores en su conjunto en la forma más insolente y libertina por los medios de comunicaciones millonarios de la derecha.

¿Se les destruye, se les silencia?

¡No compañero!

Se silencia y se destruye a los medios de comunicación de izquierda, el canal 9 de TV, última posibilidad de voz de los trabajadores.

Y el 4 de septiembre, en el tercer aniversario del Gobierno de los trabajadores, mientras el pueblo, un millón cuatrocientos mil, salíamos a saludarlo, a mostrar nuestra decisión y conciencia revolucionaria, laFach allanaba Mademsa, Madeco, Rittig, en una de las provocaciones más insolentes e inaceptables, sin que exista respuesta visible alguna.

Por todo lo planteado, compañero, nosotros los trabajadores, estamos de acuerdo en un punto con el señor Frei, que aquí hay sólo dos alternativas: la dictadura del proletariado o la dictadura militar.

Claro que el señor Frei también es ingenuo, porque cree que tal dictadura militar sería sólo de transición, para llevarlo a la postre a él a la Presidencia.

Estamos absolutamente convencidos de que históricamente el reformismo que se busca a través del diálogo con los que han traicionado una y otra vez, es el camino más rápido hacia el fascismo.

Y los trabajadores ya sabemos lo que es el fascismo.

Hasta hace poco era solamente una palabra que no todos los compañeros comprendíamos. Teníamos que recurrir a lejanos o cercanos ejemplos: Brasil, España, Uruguay, etc.

Pero ya lo hemos vivido en carne propia, en los allanamientos, en lo que está sucediendo a marinos y suboficiales, en lo que están sufriendo los compañeros de Asmar, Famae, los campesinos de Cautín.
Ya sabemos que el fascismo significa terminar con todas las conquistas logradas por la clase obrera, las organizaciones obreras, los sindicatos, el derecho a la huelga, los pliegos de peticiones.
Al trabajador que reclama sus más mínimos derechos humanos se lo despide, se lo aprisiona, tortura o asesina.

Consideramos no sólo que se nos está llevando por el camino que nos conducirá al fascismo en un plazo vertiginoso, sino que se nos ha estado privando de los medios para defendernos.

Por lo tanto le exigimos a usted, compañero Presidente, que se ponga a la cabeza de este verdadero Ejército sin armas, pero poderoso en cuanto a conciencia, decisión, que los partidos proletarios pongan de lado sus divergencias y se conviertan en verdadera vanguardia de esta masa organizada, pero sin dirección.
Exigimos:

1) Frente al paro de los transportistas, la requisición inmediata de los camiones sin devolución por los organismos de masas y la creación de una Empresa Estatal de Transportes, para que nunca más esté en las manos de estos bandidos la posibilidad de paralizar el país.

2) Frente al paro criminal del Colegio Médico, exigimos que se les aplique la Ley de Seguridad Interior del Estado, para que nunca más esté en las manos de estos mercenarios de la salud, la vida de nuestras mujeres e hijos. Todo el apoyo a los médicos patriotas.

3) Frente al paro de los comerciantes, que no se repita el error de octubre en que dejamos en claro que no los necesitábamos como gremio. Que se ponga fin a la posibilidad de que estos traficantes confabulados con los transportistas, pretendan sitiar al pueblo por hambre. Que se establezca de una vez por todas la distribución directa, los almacenes populares, la canasta popular.
Que se pase al área social las industrias alimenticias que aún están en las manos del pueblo.

4) Frente al área social: Que no sólo no se devuelva ninguna empresa donde exista la voluntad mayoritaria de los trabajadores de que sean intervenidas, sino que ésta pase a ser el área predominante de la economía.
Que se fije una nueva política de precios.
Que la producción y distribución de las industrias del área social sea discriminada. No más producción de lujo para la burguesía. Que se ejerza verdadero control obrero dentro de ellas.

5) Exigimos que se derogue la Ley de Control de Armas. Nueva “Ley Maldita” que sólo ha servido para vejar a los trabajadores, con los allanamientos practicados a las industrias y poblaciones, que está sirviendo como un ensayo general para los sectores (reaccionarios en contra) de la clase obrera en un intento para intimidarlos e identificar a sus dirigentes.

6) Frente a la inhumana represión a los marineros de Valparaíso y Talcahuano, exigimos la inmediata libertad de estos hermanos de clase heroicos, cuyos nombres ya están grabados en las páginas de la historia de Chile. Que se identifique y se castigue a los culpables.

7) Frente a las torturas y muerte de nuestros hermanos campesinos de Cautín, exigimos un juicio público y el castigo correspondiente de los responsables.

8) Para todos los implicados en intentos de derrocar el Gobierno legítimo, la pena máxima.

9) Frente al conflicto del Canal 9 de TV, que este medio de comunicación de los trabajadores no se entregue ni se transe por ningún motivo.

10) Protestamos por la destitución del compañero Jaime Faivovic, subsecretario de Transportes.

11) Pedimos que a través suyo se le manifieste todo nuestro apoyo al Embajador de Cuba, compañeroMario García Incháustegui, y, a todos los compañeros cubanos perseguidos por lo más granado de la reacción y que le ofrezca nuestros barrios proletarios para que allí establezcan su embajada y su residencia, como forma de agradecerle a ese pueblo, lo que hasta ha llegado a privarse de su propia ración de pan para ayudarnos en nuestra lucha.
Que se expulse al Embajador norteamericano, que a través de sus personeros, el Pentágono, la CIA, la ITT, proporciona probadamente instructores y financiamiento a los sediciosos.

12) Exigimos la defensa y protección de Carlos Altamirano, Mario Palestro, Miguel Henríquez, Oscar Garretón, perseguidos por la derecha y la Fiscalía naval por defender valientemente los derechos del pueblo, con o sin uniforme.

Le advertimos compañero, que con el respeto y la confianza que aún le tenemos, si no se cumple con el programa de la Unidad Popular, si no confía en las masas, perderá el único apoyo real que tiene como persona y gobernante y que será responsable de llevar el país, no a una guerra civil, que ya está en pleno desarrollo, sino que a la masacre fría, planificada, de la clase obrera más consciente y organizada de Latino América. Y que será responsabilidad histórica de este Gobierno, llevado al poder y mantenido con tanto sacrificio por los trabajadores, pobladores, campesinos, estudiantes, intelectuales, profesionales, a la destrucción y descabezamiento, quizás a qué plazo, y a qué costa sangriento, de no sólo el proceso revolucionario chileno, sino también el de todos los pueblos latinoamericanos que están luchando por el Socialismo.

Le hacemos este llamado urgente, compañero Presidente, porque creemos que ésta es la última posibilidad de evitar en conjunto, la pérdida de las vidas de miles y miles de lo mejor de la clase obrera chilena y latinoamericana.

Coordinadora Provincial de Cordones Industriales

Comando Provincial de Abastecimiento Directo

Frente Único de Trabajadores en Conflicto


ANEXO:

“¡Chile será socialista y punto!”

“Los Cordones Industriales, voceros del sentir de las bases proletarias y organismos nacidos al calor de la lucha contra la burguesía y el reformismo, defienden sus puntos de vista: que de acuerdo al proceso que vive nuestro país para llegar al socialismo es necesario en primer lugar derrotar al capitalismo explotador teniendo pleno dominio de los medios de producción y distribución bajo el control obrero.
Por lo tanto las empresas tomadas e intervenidas jamás serán entregadas, ni transaremos con los vacilantes reformistas que traicionan a sus hermanos de clase para defender sus propios intereses de privilegiados.
Porque aquí se trata de una lucha de clase entre explotados y explotadores; ellos o nosotros; se esta con los trabajadores o contra los trabajadores. Sin control obrero de los medios de producción ni distribución no habrá proceso revolucionario ni socialismo.”

El Cordonazo (fragmento)

Órgano Oficial del Cordón Industrial Vicuña Mackena

Julio de 1973

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Obama lleva al Congreso el plan de ataque a Siria


Por: Diego Dalai y Juan Andrés Gallardo

Después de que Obama hubiera establecido como “línea roja” para una intervención militar en Siria la utilización de armas químicas, y tras el ataque del 21/8 con lo que se presume serían ese tipo de armamentos en un barrio de las afueras de Damasco con centenares de muertos y que fue atribuido (todavía sin pruebas) a la dictadura de Al Assad, el presidente norteamericano ha quedado en una situación muy delicada. Los intrincados intereses geopolíticos que en estos días tienen su principal y sangriento escenario en tierras sirias y que incluye desde las grandes potencias imperialistas como EEUU, Francia, Inglaterra y el Estado de Israel, hasta Rusia, Turquía e Irán, han dejado a Obama en la encrucijada. O cumple su amenaza militar contra Siria y enfrenta el riesgo de quedar como un nuevo Bush que inventa excusas para atacar países según sus intereses imperiales, o se mantiene inactivo profundizando su ya evidente debilidad para contener esta crisis regional en curso que está por entrar en su tercer a

Una operación unilateral y de alto costo político

El “consenso internacional” para atacar Siria sin el aval de la ONU es casi nulo y se reduce al gobierno de EEUU, Francia y el Estado de Israel. Inglaterra, su histórico gran aliado en las aventuras bélicas, ha debido mantenerse al margen tras la oposición en el Congreso de la bancada laborista (el partido del ex primer ministro Tony Blair, que no tiene nada de progresivo o humanitario sino concretos intereses político electorales) y parte de los conservadores (que tampoco son para nada progresistas) que son base del propio gobierno de Cameron. Ban Ki Moon, presidente de la ONU, declaró que se opone a una intervención militar hasta tanto se conozcan los resultados de las investigaciones que realizaron sus técnicos la semana pasada en el teatro de guerra.

Rusia, la gran aliada de Al Assad con poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, se opone junto con China a autorizar un ataque militar así como a cualquier tipo de sanción como las que viene implementando la Unión Europea y EEUU en el terreno económico. A nivel mundial existe además, una abrumadora oposición a la intervención yanqui en la opinión pública, muy particularmente en Inglaterra y el propio EEUU donde sólo el 25% aprobaría un ataque si se comprobara que Al Assad usó armas químicas contra la población.

Es por esto que tras las primeras amenazas que hizo Obama después del 21/8 de lanzar una operación militar, debió retroceder parcialmente y consultar al Congreso buscando alguna legitimidad así como compartir la responsabilidad de la ofensiva con la oposición republicana. Antes de viajar a la reunión del G20, recibió el respaldo del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, y de la jefa de la bancada demócrata, Nancy Pelosi. Sin embargo, la aprobación parlamentaria no está asegurada ya que ambas cámaras se encuentran fracturadas; muchos legisladores se oponen para no pagar el costo político ante sus electores. Mientras que la derecha aislacionista del Tea Party ya anunció su voto en contra de cualquier tipo de intervención, los “halcones” republicanos, encabezados por John McCain, votarían a favor pero con un plan de intervención militar más profunda que incluya el derrocamiento de Al Assad.

El plan de ataque y sus objetivos políticos

El borrador de resolución que ya circula entre los diputados y senadores y que debería ser votado a más tardar la semana próxima, define que el objetivo no es un cambio de régimen, sino debilitar sustancialmente la capacidad militar de Al Assad para obligarlo a negociar. El ataque consistiría en un bombardeo con misiles lanzados desde la flota norteamericana, contra las principales instalaciones militares sirias y según trascendió, impide explícitamente el uso de soldados en el terreno. De esta manera se intenta alejar analogías con las guerras e invasiones a Afganistán e Irak que terminaron en sendos fracasos tanto en el terreno militar como en el político y acentuaron la declinación de la hegemonía norteamericana.
Pero el intento de una intervención militar limitada tiene riesgos. El ejército de Al Assad ya viene mudando sus centros militares desde hace semanas y podría conservar su capacidad defensiva frustrando los principales objetivos norteamericanos. Eventualmente, Al Assad podría incluso intentar cumplir sus amenazas de “incendiar la región” si sufre un ataque, afectando por ejemplo a Israel u otros países, con lo que la crisis daría un salto de consecuencias impredecibles.

La oposición y los “rebeldes” sirios

El objetivo de EEUU, con una acción militar limitada, es el de cambiar el equilibrio de poder en tierra, sin derribar a Al Assad, y así obligar a Rusia e Irán a apoyar una solución negociada. Este plan tiene como trasfondo la heterogeneidad de la oposición siria y las imposibilidades que tendría para formar un gobierno estable post Al Assad.

En Siria la intervención del imperialismo y los agentes regionales tuvieron desde el principio el objetivo de desviar la “primavera árabe”, militarizando el levantamiento popular contra Al Assad, que amenazaba con extenderse por toda la región, empujando a una guerra civil sangrienta. Un campo de batalla para los intereses geopolíticos de diversos actores, incluida Rusia.
Es que detrás de varias de las fracciones en pugna se encuentra el financiamiento y apoyo directo de Turquía, Arabia Saudita o Qatar, con el visto bueno de EEUU (que opera directamente desde Jordania) y Francia que hizo público el envío de armamento a sectores de la oposición. La oposición está cruzada por diferentes intereses y no se encuentra unificada. La misma van desde un sector laico, ligado a occidente, que desde el principio pidió una intervención imperialista directa, un sector islamista moderado que depende del apoyo de las monarquías del golfo y de Turquía, como el Ejercito Libre Sirio (colaboracionistas del imperialismo pero con contradicciones entre unas y otras), hasta un sector islamista radical vinculado con Al Qaeda.

Esto crea una gran incertidumbre sobre la viabilidad del régimen que pueda remplazar a la dictadura y el riesgo de un escenario tipo Libia donde tras la salida de Khadafi los grupos rebeldes se disputan el poder en una lucha sangrienta y se mantiene la inestabilidad política.

No a la agresión imperialista. Por la caída revolucionaria de Al Assad

Los socialistas revolucionarios del PTS y la FT rechazamos cualquier intervención imperialista ya que constituiría un duro golpe para los trabajadores y los pueblos oprimidos de todo el mundo. Al mismo tiempo rechazamos el discurso de sectores como el chavismo y el castrismo que se oponen a la intervención militar imperialista defendiendo a Al Assad como si fuera un “antiimperialista”. Nada más alejado de la realidad. Ninguna democracia ni liberación viene de la mano del imperialismo. Estamos por la caída revolucionaria de la sangrienta dictadura de Al Assad con la movilización obrera y popular independiente de la oposición burguesa y proimperialista.

04/09/2013

jueves, 8 de agosto de 2013

#juventudenlascalles


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Artículo publicado en la revista Ideas de Izquierda N° 1 (julio 2013) http://ideasdeizquierda.org

La juventud en masa toma las calles. Impulsada por diversos motivos y expresando diferentes grados de radicalidad y subjetividad, esta irrupción ya es un símbolo distintivo de la escena contemporánea y un prometedor nuevo “espíritu de época”.


El despertar de un gigante
Las movilizaciones multitudinarias que sacudieron a un país con dimensiones continentales como Brasil desde principios de junio conmovieron al mundo entero. No es para menos. Estas manifestaciones históricas suceden en el país presentado como símbolo de estabilidad, prosperidad, crecimiento y consenso. Cientos de miles de jóvenes despertaron a la vida política durante estas jornadas y corrieron el velo para mostrar al mundo la otra cara del “milagro brasilero” encabezado por el PT. Lo que comenzó como una serie de pequeñas marchas contra el aumento de 20 centavos del boleto del transporte público, pegó un salto después de la brutal represión del 13 de junio en San Pablo. La respuesta no fue solo la extensión nacional del movimiento (que llegó a expandirse a 100 ciudades del país), sino la multiplicación de las demandas, mostrando un Brasil desigual, precario y con graves deficiencias en los servicios básicos, a pesar de una década de crecimiento económico.
La composición social de las movilizaciones, mayoritariamente juvenil y de clase media, le dio una tónica de “protesta cívica” y de defensa del derecho a manifestarse frente a la represión gubernamental (que tuvo que cuestionar el accionar de la policía y alejarla del recorrido de las movilizaciones durante los días posteriores).
La juventud y los estudiantes se erigieron en verdaderos representantes de un profundo descontento nacional. Aun cuando Dilma y los gobiernos estaduales tuvieron que retroceder en el aumento, las demandas, que se multiplicaron con el correr de los días, expresaron problemas sociales mucho más profundos y extendidos, motorizados por una juventud que es hija de la llamada “nueva clase media”. Caratulada sociológicamente como “clase C”, está compuesta por unas 30 millones de personas que, estadísticamente, durante la última década salieron de la pobreza y pasaron a formar parte del escalón más bajo de la clase media, accediendo a un cierto nivel de consumo. Pero esto contrasta con la pésima calidad de la salud, la educación y servicios como el transporte1, combinado con el inicio de un período de estancamiento económico con creciente inflación.
Las calles de San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y otras 100 ciudades, pusieron de manifiesto los contrastes y los problemas irresueltos del “milagro brasilero”. La indignación incluyó los negociados detrás de los 15.000 millones de dólares para el Mundial de Fútbol y la corrupción rampante de oficialistas y opositores (que ya viene de hace rato, como lo demostró el escándalo del Mesalao bajo Lula), acompañada de un repudio a la clase política y la burocracia. El cuestionamiento masivo a un evento como el mundial de fútbol, nada más y nada menos que en Brasil, habla por sí solo de la profundidad del descontento. Es sintomática una de las consignas que se coreaban fuera de los estadios durante la Copa de Confederaciones: “Brasil, vamos a despertar, un profesor valer Neymar”.
Al calor de estas inéditas y “sorpresivas” manifestaciones, se expresaron otras demandas como el repudio a la homofobia o por el derecho al aborto, que cuestionan la alianza entre el PT y la iglesia evangélica, que es su socio parlamentario, y que pusieron a discusión el “Estatuto del Nasciturus” y un proyecto de ley conocido con el nombre de “Cura Gay”2. En el país ejemplo del “progresismo”, los aliados íntimos de la “compañera” Dilma proponen “curar” la homosexualidad.
Más allá de cómo se desarrollen las movilizaciones, lo cierto es que amplios sectores de la juventud irrumpieron en la vida política de la séptima economía del mundo y ya nada volverá a ser como antes. De esto tomaron nota rápidamente Dilma y el PT, abriendo la posibilidad de plebiscitar algunas tibias reformas, para intentar canalizar el cuestionamiento callejero hacia alguna vía institucional. Las movilizaciones en Brasil, antecedidas por las de Turquía y seguidas por un nuevo “acto” del proceso egipcio, son parte de un fenómeno extendido a nivel internacional, que tiene a la juventud como principal protagonista.

Un espíritu de época
La juventud indignada en el Estado Español, OWS en EE. UU., los jóvenes chilenos, mexicanos, griegos y también los que formaron parte de la “Primavera árabe”, comparten y dan nacimiento a un espíritu de época que, pese a las diferencias culturales y políticas, se “globalizó” a la par de la caída en desgracia del discurso triunfalista e integrador de un capitalismo que tiene cada vez menos que ofrecer a una generación que no vive ninguno de sus “logros”, y padece muchas de sus miserias.
La democracia burguesa que durante la etapa neoliberal se expandió a nuevas regiones del planeta, lo hizo a costa de su propia degradación. Lo que fue presentado como la mejor y la única forma de representación de los intereses generales se muestra cada vez más incapaz de garantizar los derechos básicos, la integración política o la igualdad. Además la crisis sacudió uno de sus pilares ideológicos: la realización individual por medio del acceso al consumo, algo cada vez más restringido.
Los efectos de la crisis económica se suman a la decadencia de la hegemonía norteamericana por los catastróficos resultados de las guerras en Irak y Afganistán. Este escenario internacional se entrelaza con las realidades de cada país: el aumento del trabajo precario, la desocupación, la corrupción, la falta de libertades, o la sensación de que años de crecimiento no cambiaron en lo esencial la estructura desigual, como ocurre en países de la periferia.
En la década previa encontramos, al menos, dos fenómenos anticipatorios. El movimiento antiglobal y el movimiento contra la guerra de Irak, aunque ambos fueron o desviados o derrotados en sus objetivos, empezaron a mostrar un cuestionamiento más general del capitalismo, el guerrerismo norteamericano y la voracidad de las corporaciones.
El movimiento juvenil actual nace cuestionando gobiernos, criticando y protestando contra las condiciones sociales. Toma parte de ese espíritu de los fenómenos anteriores, pero al estar atravesados por la crisis económica y, en muchos casos, por la erosión de las democracias burguesas, reclama más que demandas puramente económicas, y en muchos casos apuntan a cuestionar los límites estrechos de sus regímenes y gobiernos.
Otro de los blancos de los manifestantes son los medios de comunicación: en casi todos los procesos son puestos en tela de juicio y reemplazados por el uso de internet y las nuevas tecnologías. Ya es común que las movilizaciones se convoquen por las redes sociales y que las marchas o las denuncias de represión sean “viralizados” y vistos millones de veces en internet, antes de que sean transmitidos por la televisión. Esta combinación de elementos hace que nos encontremos con hechos aparentemente menores que terminan desencadenando un cuestionamiento mucho más amplio.
En Túnez, el “puntapié” de la primavera árabe, la inmolación de un vendedor ambulante al que le habían prohibido vender su mercadería, fue el desencadenante de un estallido contra la dictadura de Ben Ali, que tras décadas en el poder terminó cayendo por la movilización callejera.
La misma suerte corrió Hosni Mubarak en Egipto. La lucha por mayores libertades sumaron demandas parciales de diferentes sectores de trabajadores y la juventud, que terminaron poniendo fin un gobierno que era la clave de EE. UU. en la región. Millones de manifestantes volvieron a tomar la calle egipcia el 30/6 al cumplirse el primer año de Morsi en el poder. Una muestra de que este proceso revolucionario, abierto con la “Primavera árabe”, transita diferentes momentos políticos y aún está lejos de cerrarse.
En Europa la degradación del sistema tradicional de partidos dio lugar, incluso, al establecimiento de “gobiernos técnicos” puestos a dedo por la “troika”, dejando al desnudo el papel que juegan las democracias burguesas (y su desgaste), como así también las tendencias bonapartistas en ciernes.
En el Estado español los jóvenes indignados gritaban “Que no, que no, que no nos representan”. Frente a las condiciones de vida cada vez más degradadas, fueron la punta del iceberg de un cuestionamiento que se extiende al régimen surgido de la constitución del 1978 (e incluso incipientemente sobre la monarquía), reavivando a su vez los problemas nacionales.
Situaciones similares se viven en Portugal, Grecia y menor medida Francia, donde se combina el hundimiento de los partidos tradicionales con el surgimiento de nuevos fenómenos políticos de derecha (Frente Nacional en Francia o la neo nazi Aurora Dorada en Grecia), y de la izquierda reformista (Frente de Izquierda en Francia o Syriza en Grecia).
En Latinoamérica también emergen fenómenos juveniles como la Juventud sin Miedo en Chile y su lucha por la educación gratuita, que tocó una de las fibras vitales del régimen al poner en cuestión uno de los pilares de la herencia pinochetista. La represión policial y la negativa del gobierno a ceder frente a las movilizaciones multitudinarias de estudiantes que se mantienen, con altos y bajos, desde 2011, muestran las fisuras que se abren en un país que mantuvo el neoliberalismo a rajatabla, un “ejemplo” a seguir hoy ampliamente cuestionado. En México el movimiento #yosoy132 empezó cuestionando el rol de los medios durante la campaña electoral, y avanzó a una crítica al gobierno de Peña Nieto y la vuelta del PRI al poder. Y hoy se mantiene como una base activa para luchar contra las arbitrariedades del PRI y el “Pacto por México” (junto al PAN y el PRD), en solidaridad con las luchas, como la del magisterio, y contra la represión.
El movimiento OWS tiene el mérito de señalar desde el interior del propio EE. UU. la brutal desigualdad capitalista al desnudar un sistema en el que el 1% más rico decide los destinos del resto de la población, transformando esta denuncia en la consigna popular “Somos el 99%”.
Unas semanas antes de las movilizaciones en Brasil otro “gigante” como Turquía se sumó a este fenómeno. La brutal represión contra un puñado de ambientalistas que protestaban contra la construcción de un shopping junto a la plaza Taksim de Estambul, se transformó en una rebelión nacional contra el gobierno de Erdogan. Las movilizaciones se multiplicaron en varias de las principales ciudades y ya confluyeron con dos huelgas convocadas por las dos principales centrales sindicales. El proceso abierto incluye distintas reivindicaciones y seguramente se extenderá en el tiempo.

Perspectivas
El movimiento juvenil ya demostró su indignación y una enorme tenacidad y disposición a la lucha, incluso en enfrentamientos con la policía que le han costado cientos de muertos y miles de perseguidos por la justicia. Lejos de estar agotado parece multiplicarse y extenderse a nuevos países, actuando como caja de resonancia de un descontento más generalizado.
La crisis capitalista es un catalizador de las protestas. Pero al mismo tiempo los años de reacción ideológica burguesa son por el momento una pesada herencia para el desarrollo de una subjetividad que tienda hacia ideas revolucionarias. Todavía predominan las ilusiones reformistas o, con un signo político más difuso, la antipolítica. Esto no niega el papel enormemente progresivo que juega la irrupción de la juventud, como proceso anticipatorio de nuevos fenómenos políticos, y abonando el terreno para la entrada en escena de la clase trabajadora. Su crítica contra las desigualdades más crueles del capitalismo y su sana desconfianza hacia la clase política burguesa ya son un símbolo de la época con la potencialidad de convertirse en un punto de inflexión ante las condiciones heredadas del período de la globalización neoliberal.

1 El caso del transporte es paradigmático ya que los trabajadores deben pagar una de las tarifas más caras del mundo por un servicio absolutamente ineficiente cuya flota creció solo un tercio en relación a la cantidad de pasajeros durante la última década. Mientras que en algunos casos los trabajadores que tienen un empleo estable cobran viáticos que cubren parte del costo del pasaje, la mayoría de los trabajadores precarios o informales debe destinar un quinto de su salario solo para pagar el transporte.
2 El “Estatuto del Nasciturus”, que se empezó a discutir a principio de junio, da derechos de ciudadano a un óvulo fecundado y criminaliza el aborto incluso en caso de violación y riesgo de vida. Además prohíbe el uso de la píldora del día después. En caso de embarazo producto de violación, según el Estatuto, la mujer no solo deberá mantener el embarazo, independientemente de su voluntad, sino que el violador, si fuere reconocido, será considerado genitor y pagará una pensión a la mujer por 18 años. Por su parte el proyecto de ley llamado “Cura Gay” habilita los tratamientos psicológicos para “curar” la homosexualidad.

La otra juventud indignada

Países como China, India, Bangladesh, Camboya, Laos y Vietnam, se han convertido en las últimas décadas en una enorme fuente de mano de obra barata. La mayoría de los productos electrónicos y textiles que se consumen en el mundo son producidos por millones de trabajadores y trabajadoras en condiciones de semiesclavitud, hacinamiento e inseguridad, a cambio de salarios miserables que van de los 60 a los 170 dólares por mes.
Si en China, detrás de estas verdaderas “fábricas del sudor” se encuentran marcas como Apple, Dell, Hewlett Packard u Honda, en Camboya o Bangladesh, las estrellas de la explotación obrera son Walmart, Zara, H&M, Adidas, Nike o Acsis.
Los trabajadores son en su gran mayoría jóvenes y en la industria textil más del 80% son mujeres. Las jornadas de trabajo se extienden habitualmente por más de 14 horas y los lugares de trabajo van desde establecimientos precarios hasta verdaderas ciudades fábrica, como es el caso del conglomerado industrial Foxconn que opera dentro de China con más de 1 millón de trabajadores.
La connivencia entre los empresarios y los funcionarios de cada país se hace evidente en los permanentes informes de fábricas y talleres que se derrumban o incendian con sus trabajadores adentro. En abril, el derrumbe de un edificio de ocho pisos en Bangladesh, donde funcionaban varias empresas textiles, se convirtió en un verdadero asesinato capitalista en la que murieron más de 1.000 trabajadores. En Camboya solo en una semana del mes de mayo se produjeron derrumbes en 2 fábricas textiles dejando el saldo de 3 obreras muertas y más de 34 heridas. En China, el incendio de una fábrica avícola a principios de junio acabó con 120 trabajadores muertos y más de 70 heridos.
Esto es solo una fracción ínfima de los accidentes laborales en China que según The Economist se cobró la vida de 70.000 trabajadores durante 20121. Se trata de un asesinato en masa de más de 200 trabajadores por día.
Esta brutalidad capitalista ha empezado a encontrar resistencia de parte de los trabajadores en los últimos años.
En Camboya, junto a la industria textil y del calzado, se desarrolló una nueva y joven clase obrera de más de 500.000 trabajadores, en su mayoría mujeres. A pesar de las duras condiciones laborales y de la gran cantidad de trabajadoras con contratos precarios, han logrado poner en pie su sindicato, el Free Trade Union (FTU). Las huelgas, piquetes y movilizaciones para exigir mejores condiciones de trabajo, aumentos  salariales y el fin de los contratos basura, se han vuelto una constante durante los últimos meses contra las tercerizadas de Nike, Acsis, H&M o Walmart. Un escenario similar se vive en Bangladesh, donde luego del derrumbe de la fábrica textil en abril se sucedieron una serie de movilizaciones multitudinarias y huelgas del sector pidiendo por condiciones de seguridad y exigiendo el castigo a funcionarios y empresarios.
En China, una nueva generación obrera, en su mayoría hija de campesinos que emigraron a las ciudades en busca de un mejor futuro, han visto rápidamente frustradas sus ilusiones. Esto ha desencadenado una serie de huelgas y enfrentamientos que en los últimos años afectaron tanto a la gigante Foxconn como a las empresas tercerizadas de Honda y Hyundai, entre otras.
Estos son solo algunos ejemplos de la “otra” juventud, la que no aparece en los medios: millones de trabajadores y trabajadoras precarias que también salen a gritar su indignación.

1 “Accident prone”, en Blog de The Economist, 04/06/13 (http://www.economist.com/blogs).