Miles de personas participaron el lunes del funeral de
Michael Brown en Saint Louis, Missouri. Tras dos semanas
de protestas por el asesinato del adolescente afroamericano, su funeral
estuvo marcado por discursos que buscaron bajar el nivel de tensión social
aunque no pudo evitar mostrar la profundidad del debate sobre el racismo y la
discriminación que este caso ha abierto en Estados Unidos.
Michael Brown fue asesinado el 9 de agosto por el policía
blanco Darren Wilson. Desde ese día las marchas y protestas, que incluyeron
enfrentamientos con la policía, fueron creciendo a medida que se conocían los
detalles del asesinato, seis disparos directos al cuerpo y la cara mientras
Brown mantenía los brazos en alto y se encontraba desarmado. Las acciones de
solidaridad se extendieron a las ciudades más importantes del país. La respuesta del gobierno local y estatal fue
la militarización de Ferguson, primero con la propia policía de Saint Louis y
luego con la Guardia Nacional lo que produjo escenas similares a la de un campo
de batalla, con carros blindados y armamento pesado. Tanto el asesinato de
Brown como la extrema militarización y represión de estas semanas en Ferguson
provocaron un profundo debate que se vio expresado durante el funeral.
Desde la mañana del lunes varios cientos de personas se
reunieron afuera de la iglesia Friendly
Temple Missionary Baptist, para participar del funeral en el que estuvieron
presentes figuras como los reverendos Al Sharpton y Jesse Jackson, líderes
comunitarios como Martin Luther King Jr y personalidades como el rapero Snoop
Dogg y el cineasta Spike Lee. También participaron los familiares de Trayvon
Martin, un adolescente afroamericano asesinado por un vigilante blanco en
Florida en 2012. El presidente Barack Obama, que el domingo por la noche
regresó a Washington tras quince días de vacaciones, envió una delegación de
tres funcionarios.
Uno de los principales oradores durante el funeral fue el
reverendo de Nueva York, Al Sharpton, que pidió justicia para Brown intentando
desde su discurso poner paños fríos a las protestas. "Michael Brown no
quiere ser recordado por una revuelta. Quiere ser recordado por ser quien hizo
a Estados Unidos enfrentarse a cómo debe ser la policía" dijo Al Sharpton
según la Agencia EFE.
El padre de Brown había llamado el día anterior a completar
un “día de silencio” y a evitar las protestas durante el funeral, algo que fue
respetado a pesar de la cantidad de personas que participaron y de la bronca
generada por el asesinato del joven.
El propio Obama intentó en los días previos bajar el nivel
de tensión llamando a hacer una revisión de los programas que como el
denominado “1033” del pentágono permiten a los cuerpos de policía locales
hacerse con equipo militar que le sobra al Departamento de Defensa.
Si bien las protestas que se registraron en Ferguson durante
las últimas dos semanas no llegaron al nivel de los disturbios y enfrentamientos
de Los Angeles en 1992, luego de la absolución de los policías que
asesinaron a Rodney King,
reabrieron una profunda discusión al interior de Estados Unidos. Una de ellas
fue la extrema militarización de la policía, lo que no pocos analistas
definieron como un “boomerang” hacia el interior del país de la política exterior
estadounidense, y la extensión del complejo militar-industrial a la política
doméstica. Algo que se podría definir como otra de las aristas de una sociedad
hiper vigilada, sobre todo después del 11S, como lo dejó al desnudo las
filtraciones del ex empleado de la CIA, Edward Snowden.
La discusión más profunda, sin embargo, es la del
persistente racismo y la discriminación que continúa vigente a pesar de la Ley
de Derechos Civiles firmada hace 50 años y que hoy, con Obama en la Casa
Blanca, no han disminuido.